Quien tropieza y no se cae, da dos pasos hacía delante

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“Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores”

No lo digo yo, lo dijo Jorge Luís Borges en su poema Instantes. Versos llenos de sabiduría, de experiencias vividas y de deseos de haber vivido de otra manera. Desde la primera vez que lo leí hasta la última hace escasos dos minutos, siempre he sentido lo mismo. Una mezcla extraña de nostalgia y angustia con ganas y deseo de luchar. Luchar por no llegar al final arrepentida, no de lo vivido sino de lo no vivido (que creo que es aún peor).

Pero… qué difícil resulta eso. Siempre me ha parecido cómodo hablar desde lo conocido. Mirar atrás y criticar las elecciones vitales es fácil. Pero, como alguien a quien admiro me dice de vez en cuando: “En la vida hay que tomar decisiones y normalmente hay como mínimo dos opciones. Hasta que se toma la decisión cualquiera es válida. Pero una vez tomada, decisión acertada. Vivir en el “y si” es peligroso”.

Por eso creo que vivir consiste en equivocarse y en aprender. Y os lo dice alguien que hasta hoy aún no lleva bien los tropiezos. Sé que duele tropezar y que cada vez que lo hacemos pensamos: “¡otra vez no!, ¿por qué a mí?, es la última vez que me pasa”. Sí, esa frase me encanta, la de “es la última vez que… me enamoro, que confío en alguien, que invierto dinero, que digo que “sí” cuando quiero decir “no”… Pero no hay que desesperar. Nos volveremos a enamorar, volveremos a confiar, volveremos a arriesgar y volveremos a decir que “sí”. Sin embargo, poco a poco, aprenderemos a distinguir quién se merece que le amemos, en quién podemos confiar, hasta dónde debemos invertir y, sobre todo, aprenderemos a decir que “no”. Porque, como muy bien explica Jose Luís Casal, detrás de cada caída hay una elección que debe ser aprendida.

Yo hoy, lejos de poder dar consejos porque aún el camino que me falta por vivir es más largo que el ya vivido, voy a tratar de hacer un ejercicio extraño, algo que espero leer dentro de mucho tiempo. Voy a intentar pensar como la Arual de dentro de 40 años para hablarle a mi “Yo” de ahora. Y a ver qué pasa…

Érase una vez…

Despierta. Abre los ojos. Frena un poco. ¿Por qué corres tanto? Vives con la prisa de quien espera siempre llegar a un estado mejor sin darse cuenta de que cada momento es el mejor de su vida. Sí, incluso la semana pasada cuando lloraste, incluso ese día que te fue mal en el trabajo o cuando te peleaste con aquella amiga. Nada tenía tanta importancia como creíste. Las cosas realmente importantes pasan “un martes cualquiera a las cuatro de la tarde”.

Sal a la calle y no siempre esperes a que haga sol. Aprende a disfrutar del invierno. No dejes que el frío afecte a tu humor. Toma esa ducha de lluvia que te recomendaron.

Salta, canta y baila todas las veces que te apetezca. Hazlo incluso en el metro, en esos momentos en los que tímidamente mueves el pie o la punta de los dedos cuando en realidad desearías mover todo tu cuerpo y gritarle al mundo lo tremendamente feliz que te está haciendo escuchar esa canción.

Ríe. Ríe cada día y ríe mucho. A carcajadas. Si nadie te cuenta nada gracioso búscalo tú. Busca chistes, monólogos, historias, recuerda aquella anécdota de tu mamá o de tu amiga, lo que sea, pero ríete. Ríete un buen rato hasta que te duelan los mofletes. Date el permiso de sentirte ridícula de tanto reírte sola. Sola o acompañada.

Pero ahora en serio, no te sientas nunca ridícula. El ridículo está sobre valorado y además es algo que juzgan aquellos que nunca se atreven a hacer nada.

Ayuda a todo el mundo. No esperes nada a cambio y se consciente de que es probable que nunca recibas tanto como das. No te sientas frustrada. Aprende a disfrutar de los pequeños detalles, de todo lo que el mundo, la vida y tú gente te aporte cada día (de una manera o de otra).

Lee, pero hazlo de verdad. Tienes muchos libros empezados y otros en la estantería cogiendo polvo y esperando a que saques tiempo. No dejes pasar más esa película de cine que te apetecía ver o esa obra de teatro. Puede que la vuelvan a poner pero, ¿y si no? El arte es algo sin lo que no debes vivir.

Prioriza. El tiempo es finito aunque vivas pensando que no. Sé que siempre has pensado que “el que mucho abarca, mucho aprende” pero hay un tiempo para cada cosa y cada cosa requiere su tiempo.

Vuelve al gimnasio. Y no por todo lo que las modas digan. Vuelve al gimnasio para demostrarte a ti misma que sí tienes esa fuerza de voluntad que crees no tener.

Escucha a quienes te rodean. Pero a los que te quieren e intentan ayudarte. No siempre te dirán lo que quieres escuchar, pero están para eso.

No busques la perfección, si algún día la consigues, ¿qué harás al día siguiente? La vida es constante superación, aprendizaje y tropiezos. No intentes saltarte todos los pasos. No llegarás antes, llegarás peor.

Escribe. Sigue escribiendo y persigue tus sueños. Sin prisas pero sin conformismo. No todos creerán en ti, pero no importa. Lo realmente importante es que tú misma te lo creas. Existe una especie de magia entorno a las personas que confían en ellos mismos. Una especie de imán. Conviértete en un imán.

Y, conociéndote, estoy segura de que ahora mismo piensas que es muy fácil que yo, que ya he vivido tanto, te diga todo esto. Y tienes razón. Relee todos mis consejos y no los olvides pero tampoco los sigas al pie de la letra. Sáltate de vez en cuando las normas. Da igual todo lo que te diga porque son cosas que sólo tu comprobarás cuando tengas mi edad. Ahora, si pudiera darte un solo consejo, yo que te conozco mejor que nadie, te diría: Equivócate, que duele pero enseña.

Arual se quedó en silencio unos segundos y pensó: ¿Y ahora qué?

Una vocecilla interna, esa que todos tenemos y pocos escuchamos, le respondió: Ahora a vivir. Sin normas, sin reglas, sin prisas, sin pausas. Con sueños, con ganas, con amor, con entusiasmo. Como puedas, como sepas o como aprendas.

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