El amor se hace en cada omelette

Hace tiempo que no cuento cuentos y no porque las historias no impacten en mi retina. En cualquier caso, hoy quiero compartir una de esas historias que hay que contar, de las que ponen la piel de gallina y a las chicas cara de «¡ay! qué bonito…». Y lo cierto es, que más allá de ser bonito, es una historia verdadera historia de AMOR, con todo lo que el amor conlleva.

Erase una vez…

Si este cuento fuera un cuento de hadas empezaría con algo como “hace mucho, mucho tiempo…” pero lo cierto es que no hace mucho tiempo. Hace exactamente un año.

Han pasado cuatro estaciones desde que la locura cegando a la razón hizo que se encontraran en un primer beso. Sin embargo, habría que remontarse unos meses atrás para entender porque las distancias se acortaron y los corazones que hasta ese día latían por separado, pasaron a cantar al unísono.

Otoño. Septiembre. Campanas de boda. La princesa vestía de verde y tres pequeñas perlas del mismo color adornaban su peinado. Nervios acumulados por el importante enlace. Todo estaba listo. Las flores, la música… todo, menos las palabras. Palabras improvisadas que cautivaron a muchos. Pero sobre todo a uno.

– Es ella – pensó el príncipe en un susurro.

Música, bailes, miradas. Noche encantada y culpable de todo lo que estaba por venir, aún cuando la princesa no era ni remotamente capaz de sospecharlo.

Los días se sucedieron con encuentros casuales, miradas furtivas y prohibidas. Y llegó la despedida. “Este mundo es como un queso, tan redondo y tan blandito, aunque yo me vaya lejos, quédate a mí pegadito”… y se fue. El príncipe volvió a su reino al otro lado de los mares, lejos, donde el horizonte se pierde.

Sin embargo, si para muchos “la distancia hace el olvido” a nuestros protagonistas les pasó lo contrario. Como si de dos árboles viejos se tratara, sus raíces se estiraron tanto que llegaron a tocarse. Doce mil kilómetros no fueron suficientes para romper los lazos, que mágicamente, se habían construido en sólo unos días y que sin darse cuenta empezaban a alimentar cada vez con más intensidad.

– Parece cosa de brujería – pensaba la princesa. ¿Estaré hechizada?

Los días pasaban y los corazones latían cada vez con más fuerza. Capaces de juntar dos continentes con un suspiro llegó el momento de volver a verse. El príncipe, que era todo un caballero y el más apuesto y valiente de su reino, no lo dudó ni un minuto y emprendió un largo y complicado viaje hasta su amada.

La princesa, que llevaba días sin pisar el suelo, flotando y sonriendo como una quinceañera, montó en su caballo y acudió a su encuentro. De lo que sucedió después tenemos sólo algunos datos, pero forman parte de otra historia…

Mensajes en botellas,

Palomas mensajeras,

Miradas de cristal,

Susurros de verdad,

Distancia imperceptible,

Amores que se escriben:

Te espero, me esperas. Te amo, me anhelas.

Sólo sé y por todos es sabido, que mucha cosas les han pasado desde entonces. Y por eso, hoy, en este 22 de mayo, les dedico mis palabras, mis pensamientos y mi corazón para pedirles que sigan luchando y para felicitarles por todo lo conseguido. Cuando dos personas se miran y brillan, cuando todos los obstáculos parecen decirles que no es una buena idea y sin embargo, siguen adelante, cuando nada parece tener sentido si no lo hacen juntos, cuando a pesar de los tropiezos las fuerzas siguen intactas, cuando dos personas tienen lo que todos desean y pocos encuentran, entonces, tienen el derecho y casi la obligación de ser felices y comer perdices. Mi regalo para los que aman, los que luchan, los que no se rinden y los que sueñan. Porque si algo tienen claro es que “el amor se hace en cada omelette”.

distancia

3 comentarios en “El amor se hace en cada omelette

  1. HERMOSO!! Como todo lo que escribis!! es realmente admirable la capacidad que tenes de poner en palabras los sentimientos!! te quiero Lau!!

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